No, nos hemos vuelto locos, la pregunta tiene su sentido y razón
de ser, porque aunque todos sabemos cómo
nos reproducimos, quizás no todos
nos hayamos dado cuenta de que realmente nuestro origen está en “otro mundo”… el mundo uterino.
Si nos fijamos bien, nuestra existencia comienza en
un mundo muy distinto del que tenemos por destino, el mundo aéreo, nada que
ver, ya que…¡nos construimos en un mundo acuático!, un universo cerrado que
deja de existir como tal, después del
parto.
El origen de cada uno de nosotros comienza en una primera célula, fruto de la unión del
espermatozoide con el óvulo, este hecho en sí mismo es un verdadero big-bang que se produce fuera del útero, en una de las trompas de Falopio.
Desde ese instante y desde el minuto cero, comienza la división y
multiplicación celular que en el mundo uterino no finaliza hasta el nacimiento
del nuevo ser.
¿Y
qué pasa en esos aproximadamente nueve meses?
En primer lugar se ha formado una
primera célula con un capital genético diferente a todas las demás, esa célula
tiene un ADN con informaciones procedentes del padre y de la madre,
informaciones que van a construir un ser único
en el mundo al que va destinado, el mundo solar.
Dichas informaciones le
indican que lo primero que debe hacer cuando llegue al útero, cinco días después
más o menos desde la concepción, es asegurar
su propia supervivencia, para ello crea
una placenta (proceso de anidación). Después creará el cordón y el feto, y todo
esto lo hace sin pararse a pensar, simplemente porque está inscrito en el ADN de la primera célula, de
la que partirán todas las demás que se van
formando, ya que todas contienen las mismas informaciones genéticas que la célula inicial.
Al estar fuera de ese
mundo en construcción, tenemos la posibilidad de contemplar la totalidad de lo
que contiene ese útero en una mujer
embarazada, y es fácil observar que el
“ser” que contiene en realidad, está
formado por tres estructuras diferentes
y con distintas funciones. Esta trinidad que compone el “ser” es funcional, gracias al
respeto de las diferencias que existen entre ellas, pero siempre trabajando
sobre un objetivo, un punto común semejante en las tres.
Sin embargo, para
comprender plenamente el sentido y la finalidad de este trabajo, debemos
situarnos dentro de este útero grávido, por tanto, sin el conocimiento que se
puede tener desde el exterior:
-La placenta, es la única estructura preparada
para funcionar dentro del útero materno y de su funcionamiento depende el
desarrollo del feto. Podríamos decir que es una estructura
activa, funcional, es decir, existe, la podríamos considerar la parte física,
materializada del ser.
-El feto, una estructura pasiva, no puede existir en el
mundo uterino, se deja hacer, está en construcción, ninguno de los órganos que
tiene pueden funcionar, porque no están adaptados al mundo en el que se
encuentra, tiene manos, pies, ojos, pulmones…pero ninguno de ellos tienen
utilidad alguna en un medio acuático y sin embargo, el feto es el objetivo, la finalidad del tiempo del universo uterino.
Tiempo durante el cual, la placenta no dejará de trabajar ni un solo instante, sin conocer
nunca qué es aquello para lo que trabaja incansablemente y que poco a poco le
va restando su espacio, pues la muerte de la función placentaria indica el comienzo del parto.
Frente a la
placenta y en oposición a ella, podríamos decir que el feto es la parte
metafísica del ser, destinado a materializarse por sus acciones y funcionalidad
en otro mundo, diferente del acuático que le contiene y permite su construcción a través de la placenta.
-El cordón, su misión es la de mantener unido
al feto con la placenta y viceversa, permite la comunicación, la relación entre ambas estructuras, a través de él pasan
las informaciones en ambos sentidos, estableciendo el intercambio respetuoso,
el equilibrio del ser.
¿Pero y cuando el embarazo llega a su fin?
Cuando el
tiempo del embarazo se termina, una parte de ese “ser” muere, la placenta deja
de producir las hormonas necesarias que
luchaban contra el rechazo materno, lo que desencadena el nacimiento del
feto en el mundo aéreo, donde será funcional después de que sea estimulado por
el aire y la luz, lo que le permitirá existir en este mundo.
Por analogía, ese
bebé será como la primera célula del ser, pero en el mundo solar, de hecho
tiene el mismo capital genético que la
primera célula que llegó al mundo uterino, el mismo que la placenta, que el
cordón y que el feto, ya que una de las características de la división y
multiplicación celular es que las informaciones del ADN se transmiten de manera
idéntica, todas las células comparten el mismo ADN. Cuando el bebe nace,
lo único que ha hecho es cambiar de mundo, su capital genético sigue siendo el
mismo, es como si lo hubiéramos cambiado
de una mano a otra. Pero en el nuevo mundo, en este caso el mundo solar,
tendrá las mismas instrucciones que tuvo en el mundo uterino para el desarrollo del ser, es decir,
desarrollar una parte física funcional porque está adaptada a este mundo y una
parte metafísica que será funcional en otro mundo, desconocido , pero que al
igual que el feto era el objetivo durante el tiempo del embarazo, ahora
será el objetivo durante el tiempo de
esta existencia.
La salud la podemos considerar como el testigo del desarrollo
del ser humano durante su tiempo de existencia, que debería
transcurrir en armonía entre su parte física y su parte metafísica:
"Lo que materializamos aquí a través de nuestras acciones, (como la placenta
in útero), es de vital importancia para la viabilidad de otro “feto” en otro
mundo diferente del mundo que conocemos".
Fantástica explicación de lo que realmente somos como seres humanos.
ResponderEliminarUn saludo