“RESFO Y ENFERMEDAD”
Muy a menudo los síntomas que nos
afectan y nos impiden funcionar
de manera espontánea (normal) no responden a ninguna patología concreta,
simplemente es la reacción de nuestro cuerpo o nuestra mente ante la falta de
información necesaria para su funcionamiento (ver apartado “Introducción” de
nuestra página).
Entonces… ¿qué ocurre con la
información recibida? ¿qué hace que el tratamiento pierda efecto?
Hay personas que se tratan más o
menos habitualmente, que esperan que se produzca un milagro, es decir,
consideran que la Resfo es una especie de píldora mágica y que por el mero
hecho de “tratarse” con ella hará que todo cambie de manera radical en su
existencia, incluido el entorno (que normalmente no se hace tratar).
Otras en cambio demandan (casi
inmediatamente al tratamiento) las indicaciones del camino a seguir para poder
conseguir ese ansiado cambio…como si tuviéramos una aplicación similar a Google
Maps, que es capaz de corregir el camino cada vez que te pasas sus
indicaciones, ¡redirigiéndote a la ruta
que debes seguir!
En ambos casos no es una actitud
adecuada
Si recibimos tratamientos de Resfo,
resulta casi imposible no ser consciente (antes o después) del cambio o los
cambios que debemos hacer, de ese trabajo de fondo necesario para nuestra
evolución…es decir, para no repetir acciones idénticas a nuestra línea
hereditaria (lo que muy a menudo nos obliga a enfermar).
Si sólo utilizamos estos
tratamientos para permitirnos seguir siendo el mismo personaje y simplemente
aliviar nuestro peso, o el peso que nos impone nuestro entorno….entonces la
Resfo no tendrá ningún valor, convertiremos la Reflexología en un tipo de
“droga” diferente, o bien será esa pastilla que nos permite calmar nuestra
agitación, nuestro malestar….por el simple hecho de tener una sensación de
ganar tiempo al tiempo.
Sin embargo, hay una gran e
importante diferencia, ya que los tratamientos van dirigidos a nuestras
células, únicamente, así éstas podrán revelarse, cansadas de demandar un cambio
(una correcta lectura) que nunca se produce, sometidas permanentemente a un
funcionamiento mental, que depende invariablemente de nuestro entorno y de sus
normas, ya sean morales o éticas o ambas a la vez, que terminarán siempre
obligando a reivindicar nuestros derechos…pero nunca hablarán de nuestras
obligaciones.